A veces me pregunto si
la lengua, nos sirve para comunicar, compartir, denotar, o sólo para ganarse un
espacio en función o jerarquía social. Con la lengua en general, todos estos
fines pueden ser perfectamente válidos si se analiza: cómo las personas deciden
construir una idea, los términos justos que escogen a hablar, y hasta el tono
de voz que deciden adoptar. Hay, sin embargo, comodines del habla cotidiana,
que suelen usarse siempre dentro de grupos culturales más cercanos; y su significado,
por ser más local, puede convertirse casi en un misterio para el foráneo.
En mi caso particular,
el que más me llama la atención, dentro de mi contexto costeño de Ecuador, y específicamente
de Guayaquil es la expresión “ahí vemos”. Porque desde mi comprensión –y esto es
mi opinión exclusiva, no sometida a consenso- este es el término local por
excelencia, es la frase que define el carácter porteño de la gente nacida en el
manso guayas. Es el carácter de ese supuestamente heredero de la “madera de
guerrero” -como reza la canción- y a quien ya el abatimiento por el sopor de la
ría y el calor ecuatorial, han tornado esa sangre Huancavilca en sólo “muy buenas
intenciones”, en actitudes convenientes. Así, esta expresión probablemente a lo
largo del tiempo se ha convertido en una de las muletillas preferidas para
lograr el buen entendimiento entre “ex – guerreros bonachones”.
“Ahí vemos”, podría ser
más correctamente concebida como “hay vemos” a suerte de versión corta de un “hay
que ver” donde la palabra “hay”, conjugación del verbo haber, define un hecho futuro que podría o no existir; y la palabra
“vemos”, conjugación del verbo ver, se
refiere justamente a aquello podría o no vislumbrarse. Respecto al uso del verbo
ver también tendría mis inquietudes,
pues al no saberse bien, para qué lo empleamos, entonces lo empleamos para
transmitir ideas muy curiosas. Por ejemplo, la expresión “te paso viendo” a tal
o cual hora. ¿Paso, te veo y me voy? Para el costeño ecuatoriano, significa que,
este, pasará a recoger a una persona para llevarla, o irse juntos a otro lugar
específico. Pero la acción de pasar por ese alguien, al incluir el contacto
visual, representa en orden de mayor importancia el hecho de “verse” que de encontrarse.
Así el verbo ver es un comodín de
múltiples opciones cuyo valor de instrumental, como visualizador de futuro,
suele ser empleado en distintas expresiones.
Regresando a la
expresión “ahí vemos”. Siendo que “ahí” no denota posibilidad de haber a tiempo futuro, lo que se
entiende por la forma de escribirse, es que indica, lugar. Ahí, en un algún
lugar específico, veremos (visión a futuro), algo. Ahí… ¿En dónde?
“Ahí vemos”, se suele
decir también, para complejizar el caso, en distintos sentidos y como palabras
salvadora de casi cualquier ocasión. Más allá de su ya confuso significado,
desde su análisis ortográfico y sintáctico, más confusa aún es la función de
conveniencia que suele tener en boca del guayaco, del individuo de la ría
cálida. “Ahí vemos”, es un instrumento poderosísimo para mantener una sonrisa,
tanto en el que lo dice, como en el que lo escucha: es una llave para sostenimiento de las buenas relaciones entre los ex – guerreros (bonachones) del
(manso) guayas. “Ahí vemos” suele responderse cuando no se sabe ni se quiere
definir uno por afirmación o negación. Por ejemplo: ¿Vendrás por la noche a
conversar lo que tenemos pendiente? “Ahí vemos”. Lo que significa probablemente
que no quiere, ni lo hará, pero el enfrentamiento definitivamente, queda postergado.
O si tienes un examen en la universidad, solicitas al profesor que te ayude
cambiando la fecha, este te responde incómodo pero sonriente “Ahí vemos”.
Puedes quedarte días pensando sí eso significaba que puedes faltar o no. En
materia de conveniencia el “ahí vemos” es la muletilla suprema.
Otro uso del “ahí
vemos” no menos curioso, un poco más cercano a su significado escrito, pero no
por eso más lógico. Este uso, es aquel que sí indica lugar; o más bien, no lo
indica. Por ejemplo, ¿Oye, salimos? ¿Y, a dónde? No sé, “ahí vemos”. Con esto
probablemente suelen acordarse muchas primeras citas, e incomprensiblemente, se
encuentran, y se ven.
Hay probablemente
interminable cantidad de usos para una frase
de conveniencia como esta, y seguramente la imaginación no me basta para
adivinar el uso que le darán, además las futuras generaciones. Pero, veamos, ¿hay
necesidad de complicarse la existencia buscando todas las opciones? ¿Qué podría
decir respecto a esto? No sé, “ahí vemos”.