Tocamos sin tocar… muy de cerca… tratando de no sentir.
Pegamos la oreja a la puerta, deseando no ser escuchados.
Pasamos apenas el umbral, a hurtadillas, y sin hablar.
Buscamos no abrir la pandora, queremos cubrir el silencio:
Y mantener este ritmo constante… sereno… sigiloso.
No sé si para no perderlo, no sé si para no perdernos.
No sé si para no asustar a las manos, las bocas,
al pecho que brinca ante el peligro de riesgo frontal.
Pero bailando entre estelas y descargas, el para qué…
sinceramente, no me importa ya.
Magnética cercanía.
Somos dos imanes del mismo polo, rosando sin llegar a contactar.
Giramos, cerramos los ojos, y deseamos no fallar.
Pasamos por vías paralelas, y nos volvemos a alejar.
Me tocas de lejos y sin derramar…
la ansiedad se represa, se cubre, se reviste: Serenidad.
(Y es que hasta de lejos, el calor parece estar apunto de estallar.)
Pero, silencio.
Pero, contenlo.
Esto es tan violento en su quietud.
Los roces sin garras, los ojos sin luces:
Aquel frágil hilo que mantiene la humedad.
belleza
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