Un retirado hospital de metrópolis, tarde en la noche.
Por los corredores vacíos corre un viento helado con olor a químicos
quirúrgicos y de desinfección. Hermesita,
delgada, delicada y de mirada inquieta, ojos pequeños, nariz asombrosamente
prominente y dientes superiores grandes y protuberantes, saluda a lo lejos con
un guardia. Se escucha su voz desde el fondo del corredor y esta, es de una
textura muy suave y dulce. En el interior de un consultorio iluminado por la
luz neón blanco pálido, Victoria,
mujer alta, delgada, de huesos pesados y estructura fuerte, cabello muy corto,
canoso y lentes diminutos, descansa sentada frente a una pequeña mesita, sobre
la cual se ve una bandeja riñón metálico con instrumentos quirúrgicos; lee
atentamente una carpeta.
Desde el lado contrario a la puerta de ingreso -al
consultorio- se filtra una fría corriente de viento, y chifla entre los filos
de una puerta de vidrio que da a un balcón.
La puerta del consultorio está entre abierta.
Hermesita:
(ingresa y
saluda gentilmente con un gesto, coloca su abrigo y guantes
sobre una silla, pasa delante de Victoria, que sentada en
su escritorio ojea una
carpeta de informes médicos)
Victoria: (Levanta la cabeza de medio
lado, la mira en silencio y se mantiene inmóvil)
Hermesita:
(sonríe de pie,
mira su reloj, espera) ¿Guardia de toda la noche, eh?
Ha
sido un día pesado,
seguro. Bueno, noche. Yo sé cómo son estas cosas. Por eso
hoy vine de
asistente, como cuando niña, ¿recuerda? (silencio)
Ya sé que pasó
mucho, pero por
algo se empieza, y hoy decidí empezar yo. Ya está. ¿Qué hace
le falta aquí?
Victoria: (arroja al suelo la carpeta
de informes con furia contenida, se acerca a la
puerta que Hermesita ha dejado abierta. Se queda de
espaldas, y mira hacia
afuera. Escruta ambos lados del corredor)
Hermesita:
(Se aproxima al
fondo hacia la puerta que da al balcón) Siguen esos
bandidos. ¡Cómo
pasa el tiempo! (Se gira hacia Victoria)
¿Y tan temprano ya
dan batalla? ¡Tan
fastidiosos como antes!
Victoria:
(se vuelva y
adusta, mira a Hermesita)
Hermesita:
No, no digo sean molestos, al contrario, siempre
fueron de utilidad. ¡Y
tampoco es que sean
objetos! Digo, por lo útiles. Lo que digo es que siempre
ladran por algo.
¿Qué intranquilidad, verdad? (alarga la
cabeza por la ventanilla de la puerta que da al balcón, desde donde vienen los
ladridos y habla hacia afuera) ¿También sienten el mismo frío, pequeños?
Victoria:
(Mira a Hermesita,
inmóvil)
Hermesita:
Creo que han pasado muchas cosas y todas muy confusas.
Total después de
tanto tiempo quién
no se confunde. (Insiste en mirar hacia
el balcón) ¿Hoy están
inquietos por algo?
Ladran demasiado. Creo que debo bajar a calmarlos, ¿cierto?
O mejor espero.
¿No? ¿Será mejor si esperamos?
Victoria: (La mira en silencio, le da
la espalda, mira otra vez hacia la puerta).
Hermesita: Cuando papá los cuidaba en
casa no hacían ese ruido. Claro, eran más, se
acompañaban. Y el
negro, siempre fue el más inteligente, dirigía a los otros.
Pobre negro… (Se cruza de brazos)
Victoria: (Se vuelve bruscamente)
¿Rivotril?
Hermesita: (Responde automáticamente) No, ya lo dejé. (Silencio) Ud no debería
ofrecerme esas
cosas. Además estoy calmada. Míreme, soy todo relax. Mi
terapia terminó
hace años. ¿Le parece que sigo tembleque? Un poco de gaguez, osea, tarta,
tartamu…gagh, bueno, eso, ya no. Sólo eso. Míreme (da las vueltas por el pequeño espacio como en un desfile de modas),
ahora soy mucho glamour (Ríe
desparpajada, demostrativa y en la distracción, pisa con fuerza la carpeta de
informe. Dentro de la carpeta, cruje un bolígrafo al romperse. Hermesita lo
recoge en pedazos, y empieza a gaguear con rostro de terror). No-no
sssssaaah sabibi, k- k – k… (Respira profundo, coloca sus manos en el
diafragma, y exhala lentamente, luego adopta un tono en extremo calmo).
Perdón, se lo repondré. (Luego, un breve
tic entre el cuello y la cabeza, otra respiración y espera).
Victoria: (Observa oscura, en silencio).
Hermesita: (Saca el pie de la carpeta de
informes, se agacha, la toma tímidamente, y la
abre) ¿Es esta la carpeta de una
subdirectora general? ¡Cuántos informes! ¡Yo
no entiendo ni una
letra! Lo más cercano que conozco de jefe es a mi supervisor de caja, pero
seguro que un día tendré un trabajo importante como el suyo. ¿Recuerda cuando
me enseñaba a poner vendas? (mientras
ojea todos los papeles) Con gorrito de enfermera y to...
Victoria: (Observa callada, acerca su
cabeza, y mira fijamente la bandeja de riñón con
instrumentos quirúrgicos, sobre la mesita).
Hermesita: (Sigue la mirada de Victoria,
observa gotas de sangre alrededor de la
bandeja riñón, e impulsivamente toca las gotas de sangre
con la punta de los
dedos, siente mojado, y se mira la sangre en la yema de
los dedos) ¡Uy! ¡Son de alguien! ¿Pido ayuda? Digo, es
sangre, de alguien, ¿que nos ayuden? ¿K- k- khh, que vengan?
Victoria: (Niega impositiva y
lentamente).
Hermesita: (Se calla de golpe. Sonríe
confusa y se limpia las gotas de sangre metiendo
las manos en el bolsillo de su pantalón).
Victoria: (Instantánea y bruscamente
sonríe al verla).
Hermesita: Sí, ya sé, yo… yo. (Entre dientes y en voz baja) ¡Mierda!
No. No, no. Es
sólo que. Ya me
conoce. Pero no. No. No, no. Para qué alarmarse. Ya sé. Basta
con no mirarla. O
con mirarla y hacer que desaparezca. (Refriega
sus dedos adentro del bolsillo).Ya está. Sí, tiene razón. Eso es. Aún
sonríe. Así la recuerdo, antes de todo…
Victoria: (Corta de golpe su sonrisa y
escruta las gotas de sangre alrededor de la
bandeja de riñón).
Hermesita
(La imita.
Luego, se gira como en espacio conocido, justo hasta un gran
frasco de cristal con algodones empapados en alcohol.
Toma varios, se limpia
la yema de los dedos con estos. Corre viento y las ramas
de los árboles junto al balcón golpean sobre la puerta).
Victoria: (Mira hacia el balcón).
Hermesita: (Le sigue la mirada y camina
hacia la puerta del balcón). ¡Qué noche!
Quizás si me
permite… y me cuenta más sobre eso. ¿Ahora sí me contará?
Victoria: (La observa en silencio)
Hermesita: Pero
si quiere me retiro. ¿Me retiro? Quizás hoy no era el día. Digo, ahora,
ya no importa el
día. Igual yo estaré esperando. (Toma
dubitativa y lentamente el
abrigo y los guantes que dejó sobre la silla) Podría ser cuando se sienta más
dispuesta. Es sólo
que necesito, saber, ¿comprende? Papá, la casa, el tiempo…
Primero fue negro, y
luego todo es tan confuso. ¿Sabe? Ahora no vive un alma
allá, porque yo ya
ni alma tengo (Mueca de sonrisa). No
me quejo, no. Pero hoy,
seré la enfermera,
como cuando estudiaba. Sí, ya. Ya, ya sé, no empecemos
ahora. Yo prefiero tocar billetes que gente. Lo
lamento. No. No, no…pero no
me voy hasta que...
Victoria: (La mira en silencio).
Hermesita: ¿Guardia doble? Siempre mucho trabajo, ¿verdad?
Victoria: Mucho…
Hermesita: Entonces, necesita ayuda. Quiero decir, no ayuda. Ayuda ud., no
necesita,
sino compañía. No,
tampoco compañía. Fallo. No. Que le vendría mejor, digo,
menos trabajo, eso,
quiero decir… sí? ¿Mejor?
Victoria: Mejor.
Hermesita: Entonces, me quedo y conversamos.
Victoria: (Niega con la cabeza).
Hermesita: No es que me quede sólo para que me diga. No, yo no soy interesada.
No.
Falla. Sí. Fallo…
Vine primero a saber cómo estaba. Eso. A felicitarle por la
subdirección. Ya
sé, hace 2 años casi. Quise venir pero... Y siempre es preferible
tarde que nunca. (Silencio) Éramos familia, ¿sí?, una
buena familia… y yo, dije
cosas en el juicio…
Fallo. Otra vez. Sí… ¿Ud, me...? Cuánto lo...
Victoria: (Mira fijamente en el suelo,
alrededor de la libreta).
Hermesita: (Sigue la mirada de Victoria)
Gotas… gotitas…
Victoria: (Mira a Hermesita en actitud de espera).
Hermesita: (Salta de la silla, se agacha, limpia con el brazo, usando la manga de
la
blusa las gotas del piso. Mira a Victoria contenta).
Victoria: (Vuelve la cabeza hacia un
mandil estéril, colgado en la pared y lo señala
con un gesto).
Hermesita: (Velozmente toma el mandil, se
lo coloca al revés, se lo saca, se lo vuelve a
poner. Al meter
los dedos en el bolsillo, saca de un tirón la mano. Se lleva los
dedos a la boca, chupa sangre. Saca del bolsillo un
bisturí y va colocarlo en la
bandeja riñón. Con la mirada, pide aprobación para
colocarlo con los otros
instrumentos.
Victoria: (Asiente).
Hermesita: (Comienza a sacarse el
mandil, y con el mismo gesto mira a
Victoria).
Victoria: (Asiente).
Hermesita: (Sonríe) Yo entiendo,
cualquiera se equivoca: 15 gramos 150, uno es débil.
No digo que ud.,
sea débil, ellos son débiles. Él fue débil. Y yo, siempre quise
ser menos yo y más
ud., lo que digo es que… (Cuelga el
mandil en la pared, lo arregla para que quede impecable) No, no digo nada,
lo siento. O, sí, es eso. Que lo siento. Lo acepto ¿Pero por qué lo..? No,
nada.
Victoria:
(Mira, oscura).
Hermesita:
(Perdiendo
seguridad) Yo creo… ¿Fue muy duro allá adentro? Cómo
pasa
el tiempo. ¿Pasaba
allá el tiempo?
Victoria:
(Neutra) Pasó.
Hermesita:
Ya. Y yo…. yo estaba afuera (el viento empieza a golpear nuevamente, y
los perros ladran eufóricos).
Era mi padre. (Se detiene, se acerca más
al librero abriendo bien los ojos) Era… qué hace esto aquí?
Victoria:
(Mira oscura).
Hermesita:
¿Cómo llegó? ¿Desde cuándo? ¿Para qué ud., lo..? Ya.
Yo no comprendo
nada, lo sé. Pero
son mías. No, no mías. ¡Sí, mías! ¿Puedo? ¡Claro que podría!
¡Él no podría! ¿De
dónde sacas que puedes tenerlas? No. No, no! Lo acabas y
encima lo encierras
aquí (ríe estruendosamente y se asusta).
No, no lo acabas.
Accidente. Sí.
Falla. Sí. No. Mías! (se acerca acelerada
e intenta sacar el álbum
en entre los demás libros. Está muy ajustado. Lo saca de
un golpe.)
Victoria:
(Cabizbaja y triste,
casi sin moverse, empuja el riñón para el suelo. Los
instrumentos metálicos caen provocando un estallido de
chirrido).
Hermesita:
(Se detiene,
mira el reguero del piso, al viejo álbum, el reguero, y a
Victoria).
Victoria:
(Se levanta casi
sin darle importancia a lo que sucedió, y al viejo álbum de
fotos. Va hacia la puerta por donde entra el viento,
asegura la ventana, retorna,
y se queda frente al reguero de instrumentos. Mira el
reguero, y mira a Hermesita culpándole con la mirada).
Hermesita:
(Impulsivamente
se agacha, y con el álbum bajo el brazo, empieza a
recoger los instrumentos).
Victoria: (Toma de su cajón, un
pequeño libro de poesía, sustrae el álbum bajo el
brazo de Hermesita, y en su lugar le coloca el libro.
Regresa el álbum al librero y serenamente, se sienta).
Hermesita:
(No registra el
cambio, Ordena. Recoge los instrumentos, hace gesto de
poner el riñón sobre la mesa y pide aprobación).
Victoria: (Mira hacia el abrigo de
Hermesita sobre la silla).
Hermesita:
Ahora está todo bien. Ahora conversaremos, ¿verdad?
Nos sentamos y
hacemos lo mismo
que antes (mientras agarra el abrigo, se
lo coloca y luego los
guantes. Se sienta en la silla frente a Victoria y
escruta). ¿Silencio?
Victoria:
Silencio.
Hermesita: (Aruña con un dedo la mesa, nota
que aún le sangra el dedo. Se lo limpia
en la manga. Con la misma manga, limpia las demás gotas
sobre la mesa.
Revisa también por las patas hasta debajo de la mesa. Se
inclina en el suelo, y busca más gotitas de sangre. Se auto inculpa, entre
dientes y murmura para sí misma). Cállate, siempre lo
mismo. Esto era importante. Año tras año, y ahora…Cállate.
Victoria: (Calmada). Shhhh.
Hermesita: (Asiente segura, para sí misma.
Revisa la manga de su abrigo, que ahora
también tiene manchas de sangre). Sí, silencio.
Victoria: (Se acerca a un esqueleto
colgado junto al librero. Lo mira, ausculta cada
hueso. Mira a Hermesita).
Hermesita:
Yo, yo. Habré sido yo. Por todos lados ensucio (se mira la yema de sus
dedos sangrantes)… Pero… yo… no
lo toqué...
Victoria:
(Triste, escruta
a la calavera).
Hermesita:
(Se levanta de
un brinco, se acerca a la calavera para mirarla de cerca).
¿Toñito? (Mira a Victoria, contenta, señalando a la
calavera) Toñito. ¿Te
acuerdas de mí?
Pero yo no le hice nada (toma la mano de
la calavera y la agita en gesto de saludo). Es Toñito, ¿verdad?
Victoria: (Mira a Hermesita, se sienta
frente al escritorio, señala los instrumentos
quirúrgicos, un estetoscopio y un tensiómetro).
Hermesita:
(Mira objetos y
luego a Victoria, y retrocede) ¿Toñito? No sé ni
cuántos
eran. No recuerdo
ni a Toñito. También Toñito. Yo no lo hago, más, ya no. No.
No, no.
Victoria:
(Mortecina, mira
a Hermesita, y espera).
Hermesita:
Son 206. ¡Eso! Son 206?
Victoria:
(Mira en
silencio).
Hermesita:
Éramos más. Eran… sí (ríe sin alegría, y repite de memoria) 206 huesos,
esqueleto axial,
apendicular, y vertebras, vertebras, vertebras… Ahora me
cree. Ahora me
escucha. Pero qué importa. ¡Sí! ¡Ahora! ¡Operamos! Ahora hasta bailo con Toño ¡Que
traigan al enfermo, que yo aún recuerdo su cráneo! Opero y diagnóstico, como
papá. ¡Papá, papá! (Eufórica de rabia) ¡Cómo
te dejaste engañar así! (mira de golpe
los ojos inquisitivos de Victoria y mete las narices en el esqueleto)… Son
26 vértebras. Nadie las recuerda como yo.
Victoria:
¿Nadie?
Hermesita:
(Responde
temerosa) Nadie.
(Le toma el brazo al esqueleto
contando los
Huesos. Recordando en voz alta los nombres). Ganchozo, pisiforme, piramidal…
Victoria:
(Suspira).
Hermesita:
Todo regresa. Ya falta poco. ¿Que a quién le porta? A
mi… todo lo puedo!
(Toma los brazos del esqueleto, lo carga, rueda sus
brazos por su espalda y
empieza a bailar, dando vueltas, repite cada vez más
alto). Escafoide, trapecio,
trapezoide… (De súbito, se desprende la mano del
esqueleto y rebota por el piso
hasta los pies de Victoria).
Victoria:
(Lentamente
desliza la mano de huesos por el piso, con la punta del zapato,
hasta los pies de Hermesita).
Hermesita: (Se queda inmóvil. Recuesta
en el piso a Toñito. Recoge la mano, se
detiene y la mira). Estaba… roto.
Victoria:
(Niega con la
cabeza).
Hermesita: He sido… ¿yo? Sí,
yo. No. Sí, fui yo. Los cables sueltos, oxidados,
pulverizados:
¡Rotos! Rotos, rotos! Cables viejos. Síiiii, ella rompió los cables rotos (ríe histérica). Ni los huesos de un
muerto me pueden soportar (se pega en la
cabeza con la mano de huesos). Fui, fui yo, ¿fui yo?
Victoria:
(Bufa
tristemente).
Hermesita:
(Repite con
pausas como de memoria) Porque fui yo la que entró por
esa
puerta, y decidió.
Fui yo.
Victoria:
(Silencio).
Hermesita:
(Grito ahogado.
Respira. Saca una pequeña cruz de su bolsillo, la
pone sobre sus piernas, impulsivamente se levanta. Se le
cae la cruz. La recoge. La acaricia, y la vuelve a guardar en su bolsillo. Se
da golpecitos de pecho y murmura con los ojos cerrados)
Victoria:
(La observa, sin
apuros, se reclina en la silla y se desparrama. Señala sus
lentes y espera).
Hermesita:
(Abre los ojos
gigantescos, y espera).
Victoria: (Mira parcamente a Hermesita
y con un mínimo gesto, exige sus lentes).
Hermesita:
(Dócilmente se
acerca, toma los lentes, nota que están pegajosos, huele y
se asusta y con voz entre cortada y ahogada). ¡Sangre!
Victoria:
(Parcamente). Reseca.
Hermesita:
(Alarga los
lentes con un gesto de asco).
Victoria:
(Se los coloca
mirando al librero).
Hermesita:
(Hace gesto de
nausea, y se limpia la boca con la manga de su abrigo).
Victoria:
(Le mira en
silencio y señala el esqueleto que yace tirado en el suelo).Ve.
Hermesita:
No, no, no… Pero... ¡Lo mato! Ya fue una mano. Pero si
yo no sé…
además no hay
música. Sí, ya sé que no había, pero… yo ya no…
Victoria:
(Parcamente). Ahora
Hermesita:
Mire, que los perros ladran. Bueno ya no ladran, pero
lo harán. Y afuera…
y ese temita, digo,
yo vine para… ¿ahora? No otra vez. Pero…
Victoria:
Abrigo.
Hermesita:
Ah, sí. Sabe que ni lo había notado (se saca los guantes, y cuidadosamente
los dobla uno dentro de otro) Y
pasaron tantas cosas, sabe, yo vine a hablar, no a
recordar, o a hacer
como si recordara (se saca el abrigo y
meticulosamente lo dobla, lo vuelve a colocar sobre la silla y al estirar el
brazo se mira la manga manchada. Hace un gesto de nausea incontenible) ¿Y
me va a explicar de quien era todo eso? Por Dios, pobre cristiano. Y cómo vino
ud., a meterse en nuestras vidas (se
detiene de súbito, sorprendida por lo que dijo). Fallo, fallo, fallo. Pero
ahora hago la del oso, como cuando chica. Y acá voy, sí. Todo porque así me
propuse. Porque yo entré primero, ¡ah!
Victoria:
(Impositiva). Mandil.
Hermesita:
¡Ahhhh! (descolgando
el mandil de la pared), Pero además vestida de
ayudante. ¿Y de qué
otro modo, entonces? Al mal paso… Allá vamos. (Revolea
el mandil, como poncho y se lo pone) ¡Pasito que di yo al venir! Claro, pero por la charlita que vamos a
tener. ¡A ver si no se me ocurría otra hora! La hora... Ya es hora de que
hablemos, sí (se acerca rápidamente al
librero y con fuerza saca el álbum de fotos, lo abre y pega un alarido) ¡Pero
sí aquí ya no está el viejo! ¿Y el viejo? ¿Las fotos? ¿Dónde están? ¿Y
entonces, para qué lo tiene aquí? (Abre
otra página. Y otra más del álbum. No encuentra nada, se desinfla, lo deja caer
de su mano. Va hacia la calavera. La recoge con cuidado del piso. Coloca los
huesos de sus pies sobre los de ella. Le endereza la cadera. Su cráneo sobre el
hombro de ella, y ella a su vez coloca su cabeza sobre la articulación del
hombro y sujeta sus brazos abiertos mientras empieza a dar pasitos. Cierra los
ojos y tararea un rezo incomprensible)
Victoria:
(La mira
indiferente).
Hermesita:
(Repite con más
fuerza el rezo y empieza a alzar la voz mientras se abraza
a los huesos).
Victoria:
¡Ya está, ya!
Hermesita:
(Se calla de
súbito, da pasitos de un lado a otro, aun abrazando la
calavera y con la mirada fija en Victoria).
Victoria:
(Observa en
silencio)
Hermesita: (Se tropieza. Vuelve a dar
otro paso. Acomoda los brazos de la calavera, le
pisa un pie a la calavera. Se desprende toda la pierna,
suelta el esqueleto y lo deja caer al piso. Se asusta. Nota la mirada de
inquisitiva de Victoria). No era Toño. Ahora lo sé.
Así que mejor guardarlo. Así. Vamos a dejarlo así (abre un cajón del librero e intenta levantar la calavera entre brazos,
pero esta de desparrama y desarma, se desprende. El cajón es muy pequeño para
los largos huesos y empieza a forzarlos) ¿Ok?
Victoria:
(Se levanta de
la silla, y se inclina hacia el cajón, tratando de ver lo que
Hermesina hace).
Hermesita:
(Presiona con
fuerza y los huesos crujen, las articulaciones se revientan.
Agarra el mandil y lo extiende, sobre los huesos, en un
intento por tapar a los que mitad adentro, mitad desbordados, cuelgan del
cajón).
Victoria:
(Da dos pasos).
Hermesita: (Le bloquea el paso). Ahora vamos a hablar. Ya he esperado bastante, y es
mi turno de
escuchar. ¿Cuándo lo conoció? ¿Cuántas veces salieron antes de que me conozca?
Fue todo tan rápido, rápido. Y yo no comprendía nada, era pequeña, pero ahora... (Acomoda los huesos bajo el mandil y
unos empiezan a desprenderse por el forcejeo, los recoge del suelo rápidamente,
y los esconde, los mete bajo el mandil, los aprieta). ¿Por qué yo nunca me
enteraba de nada? Y cuándo me quedé sóla, ¿Quién iba a responder mis preguntas?
¿Qué pasó esa noche? ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? Fallo. Sí. Fallo. (Se lleva ambas manos a la cabeza, se
enrosca compungida, y aprieta los ojos)
Victoria:
(Se abre paso,
retira el mandil, lo cuelga con cuidado, y regresa a su silla. Se
sienta en calma).
Hermesita:
¿Por qué nunca me llamó al salir? Nos tenemos sólo la
una a la otra. Hay
forma de empezar de
nuevo. Estamos acá, ¿no? Y nada malo ha pasado. ¡Fallo! (se le escapa una risa brusca).
Victoria:
(Se levanta y va
hacia la puerta).
Hermesita:
¿A dónde va? Aún no hemos hablado.
Victoria: (Hace el ademan con las
manos de que salga).
Hermesita:
(Retrocede). No,
no podemos dejarlo. No. Poh. Po-po-porque no tengo
más. Yo cgh cgh
creo en un nuevo comienzo, ¿me escucha?
Victoria: (Mira inescrutable).
Hermesita:
Pero, no se asuste. No. Qué digo, ¿susto?, no ¡Años de
conocerme! Me
excedí, sí. ¡Fallo! (Se da un golpecito en la frente) Pero
ya está. Me arrepiento. Lo lamento (respira
profundo, exhala lento). He sido yo, siempre fui yo. (Dándose golpecitos en el pecho. Se detiene. Mira al balcón) Corre
viento, ¿no? Ya está, sólo un mal comienzo. Ahora nos sentamos. Los perros,
¿escuha? Y las gotitas, mírelas, los huesos…
Victoria: (Mira hacia el mandil colgado
en la pared).
Hermesita:
(De un brinco va
a dar junto al mandil) Allí. Sí. Gotitas. Sí… Hay que
limpiarlo. (Frota la manga de su camisa con el mandil y
se mancha de sangre fresca. Mira, en su ropa. La huele, hace gesto de vómito
contenido. Sacude la cabeza).
Victoria: (La mira atenta y con un gesto
le indica que se siente en la silla del frente).
Hermesita:
(Respira
profundo, exhala lentamente, se sienta llena de ilusión. Sonríe).
¿De cero?
Victoria:
(Asiente).
Hermesita:
Muy bien.
(Respira profundo, exhala muy lentamente, coloca las manos
sobre la mesa, se las mira, inmóviles)
Victoria:
(Le toca las
manos. Toma su mano derecha, la gira y abre la palma. Saca del
cajoncito de su escritorio una jeringa preparada).
Hermesita
(La mira
rendida, inmóvil y con voz diminuta).No, mmá, no…
Victoria:
(Le inyecta en
la muñeca el contenido completo de la jeringa).
Hermesita:
(Aprieta los
ojos, el puño, el antebrazo y el hombro, siguiendo el calor de
la solución que ingresa. Su cuerpo se va relajando, los
hombros bajan, el rostro se suelta, y poco a poco como el aceite, los músculos
de deslizan por el asiento hasta que el cuerpo de Hermesita, cae en el piso).
Victoria suspira larga y bondadosamente, cansada. Le
acaricia la cabeza con ternura. Presiona un timbre que hay abajo del
escritorio. Recoge su carpeta de informes y pone un visto. Se recuesta en el
respaldar de la silla y en actitud de paciente espera, comienza a silbar
dulcemente.
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