Hall del Hotel, 18h30.
El largo mesón de la
recepción es una pista de aterrizaje, brillante y liso, impecable. Ximena y Pedro, empleados recepcionistas del hotel, coquetean tras el mesón,
discretamente.
Frente al mesón, y
entre los sillones de espera hay una cafetera, funditas de té, azúcar y un gran
recipiente de vidrio con galletas. Los grandes ventanales dan a la calle y
entre las ranuras se cuelan las ramas de la frondosa vegetación que decora la
fachada.
Una pareja irrumpe por
la puerta, sin equipaje. Ella, delgada, sofisticada. Él, distante, canoso,
hierático. Se aproximan, a paso acelerado. No existe familiaridad entre ellos.
Él: Un habitación, por favor.
Pedro: Buenos días Sr, ¿cómo la desea?
Él: Con Lobby, para reunión de
trabajo.
Pedro: (mirando a Ella) ¿Dos suites?
Ella: Matrimonial.
Él la interrumpe con
la mirada.
Ella, corta en seco y
baja la mirada, se aparta y camina observando el espacio.
Él: Como menos costoso… no se
complique. Lo que me interesa es que tenga balcón.
De súbito ingresa una
mujer pequeñita, delgada y con lentes, Susana.
Susana llega cargada
con un sólo bolso hecho de cuero, que parece pesar como un saco de plomo en sus
manos. Se detiene pasando la puerta y busca con la mirada inquieta. Pedro
levanta la mira, la reconoce y turbado mete la cabeza en la pantalla de
computadora.
De inmediato se
aproxima el Botones, toma el bolso con ligereza. Le devuelve el bolso. Se
disculpa y se va con prisa.
Él ha interrumpido el
diálogo para observar a Susana y al Botones con la mirada.
El Botones regresa
corriendo con un carrito porta-equipajes. Coloca el bolso de Susana en el
porta-equipajes y la conduce hacia la recepción. Susana se detiene a las
espaldas de Él. Y espera.
Él: ¿Tiene con balcón o no?
(llamándole la atención a Pedro)
Pedro: ¿Con vista a la piscina, o no?
Él: (para sí mismo) Qué carajos!
Ella ha encontrado un
sitio cómodo en el sofá junto al ventanal. Murmura mirando hacia el árbol
floral tras el vidrio:
Ella: Gardenias, floripondio,
gardenias... qué carajos!
Ximena, parada junto a Pedro, mira a Susana, curiosa e impaciente.
Ximena: (a Suana) ¿En qué le
puedo ayudarle? Buenos días.
Susana sin palabras,
sonríe, agradece y señala a Pedro. Esperará.
Ximena se intriga y
empieza a examinar a Susana de pies a cabeza.
El Botones ha empezado
dar pasitos, hacia adelante y atrás con el porta-equipajes. Observa el bolso de
Susana, que se ve diminuto en el inmenso porta-equipajes.
Ella, respira
profundamente junto al ventanal, se relaja en el sofá, y sorpresivamente hace
un movimiento largo con el brazo hacia el techo. Nota la mirada de todos, se
encoge de hombros y murmura.
Ella: Copita para la digestión, sólo
copita...
Él, se acelera a
terminar el pago.
Él: ¿Con vista a la calle?
Pedro: ¿Ventanal?
Ximena toca con el pie
a Pedro, señalando con la mirada a Susana.
Él: Ok. Ok. Ya, pero ¿dónde firmo?
Pedro mira a Ximena disgustado.
Pedro: Su señora también debe firmar.
Él: No, es trabajo! ¿Con lobby?
Pedro: Le pido disculpas.
Susana: (adelantándose unos
pasos) Pedro! ¿No me recuerdas?
Ximena patea a Pedro, nuevamente, por debajo del
mesón. Pedro da un salto, y le entrega los papeles de registro a Él.
Pedro:
Por favor, sus datos
Luego, se aproxima con
ímpetu hacia Ximena, pero es
detenido en seco, por la mirada de Ximena.
Ximena: La función de hoy,
mírala. (Mirando a Ella). Le dije al administrador que esos no son árboles
exóticos sino campanas, campanas psicodélicas! Pero claro, ¿a quién escuchan?
¿A mí? No, claro. “Árboles de buena suerte” Tú tendrías que haberme secundado…
a ver cómo salimos de esta ahora… mírala, pero mírala. (Pausa. Se acerca a Pedro)
Y tú, ¿con la petisa, qué?
Ella, empieza a cantar en
voz alta, lanzando los brazos hacia el aire como baile africano. Intenta
ponerse de pie, pero sus músculos relajados la vencen. El Botones corre a
socorrerla, pero sin suficiente velocidad, y sólo alcanza a levantarla del
piso. Pero Ella sonríe, y se vuelve
a acomodar en el sofá despreocupada.
Él: ¿Tiene un médico?
Pedro: Sí, pero no se preocupe, es
normal.
Él: ¿Normal?
Pedro: (señalando a las flores)
Floripondios.
Susana: Pedro, la escuela.
¡Que ingrato! (mientras mueve el dedito
como cuando se reprende
a un niño)
Él: ¡Retírela a la habitación!
Pedro se acerca a Ximena en confidencia.
Pedro: ¿Qué quieres a cambio?
Ximena lo mira, y se
apresura, con ayuda del Botones, a retirar a Ella hacia su habitación. Intentan levantarla, pero su cuerpo se
les desliza como aceite. Pedro sale
rápido, desde atrás del mesón de recepción para ayudarles, mientras Susana corre a servirle un café. Él mira desde lejos, indiferente y con
aire frío.
Todos (Ximena, el Botones y Pedro) levantan a Ella con dificultad. Mientras Ella, sonriendo, intenta abrir bien los
ojos y hablar con claridad.
Ella:
Parecen preocupados. ¿Pero de dónde tanto apuro? Calma, calma…
Susana: (con una tacita de café en la mano) Déjenla en el sofá. (Le acerca la tacita de café
y le ayuda a beber).
Ximena:
(a Pedro y a media voz) ¿Y ahora eso,
cuándo fue?
Pedro: (Entre dientes) No, no... ahora, no.
Susana:
A ver si le dan aire, por favor (agitando los brazos) No hay apuro, (Dirigiéndose
a Él) ¿verdad?..Caballero!. (mirándola a Ella) Podemos conversar un poco mientras tanto, no se agobie.
Él:
(distante y al aire) Yo he venido a
trabajar.
Susana:
(en voz alta) ¿Prefiere que llamemos
a su seguro?
Ella:
(regresando en sí) Ya estoy bien,
amor, tranquil... (y se desmaya)
Él se aparta y comienza
a caminar inquieto. Saca su celular, revisa, lo guarda, lo saca, lo revisa. Susana aprovecha el momento para
dirigirse a Pedro, pero su frágil
estructura y manos temblorosas han vuelto a ser evidentes. Tiene lentes y eso
parece esconderle la mirada, aunque quiera ser frontal. Se acerca más a Pedro. Ximena no se aparta. Susana se arma de coraje y habla en voz baja
pero firme.
Susana: Podrías haber
llamado, ¿sabes?
Ella se ha despertado e
incorporado con ayuda del Botones e intenta conducirse hacia la puerta de
salida. Él se dirige al ascensor. El
Botones ya no tiene fuerzas para sujetar a Ella,
que se le resbala como un pez. El Botones levanta la mano tratando de llamar la
atención a Él que ingresa en el
ascensor. Pedro ve a Él meterse en el ascensor y grita:
Pedro:
Caballero, las llaves. Yo, lo conduzco!
Ximena:
(agarrándolo del brazo, se aproxima a su
oído). ¿Quién es? ¿Qué quiere?
Pedro:
Qué sé..! (a Él) Señor!
Él lo ve, y se cierran
las puertas del ascensor. El Botones hace un intento de detenerlo, agitando el
brazo que le queda libre. Ella sigue
intentando que el Botones la lleve hacia la puerta mientras pierde el
equilibrio. Susana, desde su pequeña
y delgada contextura, vuelve a envalentonarse y aborda nuevamente a Pedro.
Susana:
Eso no se hace. Ha sido casi un año.
Ximena:
(también a Pedro) ¿Me vas a
responder?
Pedro:
No ahora. No aquí. Si tu…
Ella ha caído
estrepitosamente. Todos corren a ayudar al Botones. La levantan, acomodan.
Ahora todos sujetan a Ella. (Pedro, el
Botones, Susana y Ximena,)
Ella:
Taxi, taxi.
Ximena:
Pero…
Ella:
Comprenda.
Ximena:
Comprendo.
Susana:
(a Pedro) Te esperó día tras día…
Ximena:
(a Pedro)
Me dices, ahora! (al Botones) Ve por el taxi, yo me quedo. (sujetando con fuerza la cintura de Ella)
Susana:
Si hubieras sido sincero. Ahora ya se ha ido.
Pedro:
¿Se fue? ¿A dónde? ¿Cuándo?
Susana:
Ah, no, así de fácil, no. Él te esperó.
Ximena:
¿Él?
Pedro:
Pero…
Susana:
Sólo una vez en la vida, te lo dijo…
Pedro:
Dime cómo lo busco.
Ximena:
Demasiado…
Se estaciona un taxi
al pie de la puerta. Se abre la puerta. Sale el Botones. Todos se aproximan con
Ella hacia el taxi. Meten a Ella en el taxi.
Ximena:
¿Segura que puede sola?
Ella:
Allá hay quien me ayude. (Ximena cierra
la puerta del taxi, y este arranca)
Susana:
(a Pedro) No puedes volver a
arrepentirte.
Ximena:
(Mirando cómo se aleja el taxi) Tan
linda ella, la pobre. (Mira a Pedro y
Susana).
Aquí,
yo no pinto nada…
Pedro:
¡Ximena!
Ximena:
Resuelve… te veo adentro.
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